OBITUARIO

Muere a los 86 años Josep Fontana, el historiador "rojo y catalanista"

De raíz marxista y crítico con la transición política en España, fundó el Institut d'Història Jaume Vicens Vives

El historiador Josep Fontana en su casa

El historiador Josep Fontana en su casa / CESAR CID

Elena Hevia

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¿Para qué sirve un historiador? Josep Fontana, fallecido en Barcelona este martes a los 86 años, tras una larga lucha contra el cáncer, podía y sabía explicarlo bien. Analizar el pasado para iluminar el presente, ordenar el caos para tratar de entenderlo, saber de dónde venimos para intuir hacia dónde vamos. Conocer los problemas supone abrir una puerta para resolverlos. Y siempre, siempre, el rigor tiene que ver con no manejar la interpretación de los hechos con un criterio meramente partidista, que no ideológico. Dedicarse a ello le llevó a ser uno de los historiadores más influyentes y una figura clave en la implantación de la moderna historiografía en España.

Fontana se definía como un rojo catalanista, lo que puede parecer una contradicción pero él sabía explicarlo. Apuntaló con sus estudios la existencia histórica de una identidad catalana y pese a la pérdida de fuelle de la izquierda -militó en los 50 en el PSUC y se desencantó a principios de los 80- no dejó de mantener una actitud socialmente crítica, un compromiso cívico que le llevó en los últimos años a presentarse en las listas de Ada Colau de Barcelona en Comú al Ayuntamiento de Barcelona y declarar sus simpatías por la CUP, aunque ningún partido político le complacía por completo.

La bandera española

También pesaba su propia historia: el recuerdo de cuando vio una bandera de España por primera vez, en enero de 1939, cuando uno de aquellos marroquís reclutados por Franco asaltó la casa de veraneo familiar en Valldoreix. Esos recuerdos reverdecían cuando hablaba del nacionalismo español insuflado por el PP.

Fontana (Barcelona, 1931) se crió entre libros porque su padre los vendía en una librería de lance de la calle Boters en Ciutat Vella y él solía echarle una mano. Acostumbraba a decir que la historia aprendida en la escuela, descorazonadora y simplista, no le predisponía a acabar siendo un historiador. Pero es lo que ocurrió. Primero, Filosofía y Letras en la Universidad de Barcelona, para acabar en la especialidad de Historia en 1956. Solía contar que la verdadera historiografía se la tuvo que buscar fuera de las aulas, con el historiador Ferran Soldevila, en las clases que impartía este en el salón de su casa tras ser depurado por el franquismo, y sobre todo con Jaume Vicens Vives, que fue uno de sus grandes maestros. Fue Vicens Vives quien descubrió a aquel alumno brillante y le presentó al hispanista francés Pierre Vilar, el autor de ‘Catalunya en la España Moderna’, con quien Fontana conectó en sus postulados marxistas.

Aire europeo

Así que méritos no le faltaban cuando empezó a dar clases en la Facultad de Económicas de la Universidad de Barcelona y a destacarse como uno de los historiadores jóvenes, claves en la aportación de nuevos métodos -la ciencia de la historia- a la comprensión del pasado que a principios de los 60 empezaba a implementarse en las aulas universitarias. En ese sentido, sus contactos tanto en la Sorbona parisina como en Liverpool fueron decisivos para su anclaje en la modernidad.

En 1966 fue expulsado de la universidad por su militancia comunista, más tarde ocupó plaza en la de Valencia, en la Autónoma de Barcelona de la que fue decano y finalmente creó y dirigió el centro de investigación Jaume Vicens Vives en la Pompeu Fabra, donde se jubiló en el 2001. Pese a ello y ya como profesor emérito no dejó de publicar y de interpretar los acontecimientos políticos y la crisis económica de los últimos años.

Frente al fascismo

La bibliografía del historiador se mueve desde lo particular a lo universal. Empezó estudiando las transformaciones económicas del antiguo régimen en el siglo XIX tanto en España como en Catalunya, ahí están los libros que cimentaron su fama: 'La quiebra de la monarquía absoluta 1814-1820', 'Hacienda y Estado' y 'La crisis del Antiguo Régimen' (1808 -1832), así como 'Aribau y la industria algodonera en Catalunya'. Junto a estos, también supo cultivar ensayos divulgativos que los expertos leían con agrado y que los lectores recibían agotando ediciones. Es el caso de 'Europa ante el espejo' y sobre todo 'Por el bien del imperio' (publicado en la editorial de su amigo Gonzalo Pontón, Pasado y presente), posiblemente su obra más ambiciosa y la que mejor retrata cómo se sentía alguien que participó de la utopía del cambio social y ha acabó viendo cómo el capitalismo salvaje ha ido diluyendo la sociedad del bienestar que se perfilaba tras la segunda guerra mundial. De ahí que encima de su mesa de trabajo estuviera siempre rampante un cartel anarquista de Carles Fonseré con el lema: 'Aplastar al fascismo'.

Libros para entender el mundo 

‘LA QUIEBRA DE LA MONARQUÍA ABSOLUTA (1814-1820)’ 1971